14ª Epístola

escrito dentro de “la trini” centre de menores, barcelona

Harto…

Harto del tiempo, de su lento pasar.
Harto de palabras mudas solamente dichas con voz de papel.
Harto de la lectura y de la música, que solo usas para evadirte.
Harto de llenar horas con la inútil televisión.
Harto de necios comentarios y vanas conversaciones que nada aportan.
Harto de huir sin correr, de mirar más allá sin ver.
Harto de sostenerte entre el recuerdo y el porvenir.
Harto de intereses, harto de egoísmo, de sonrisas hipócritas y palabras traidoras.
Harto de falsa preocupación, de fingidos sentimientos, de simulados pésames.
Harto de la gente, harto de la soledad.
Harto de multitudinaria pitanza y de bandejas de metal.
Harto de documentos, harto de firmas, harto de huellas.
Harto de la desconfianza, del estado de alerta, harto de tener cuidado.
Harto de horas, de minutos y de segundos.
Harto de semanas, de meses y de años.
Harto de normas absurdas, de colas y de disciplina ajena.
Harto de oír tu nombre donde no deberías.
Harto de lo que ves dentro, harto de lo que ves fuera.
Harto de lo efímero del placer que sientes dos veces al mes.
Harto de caricias y besos a través de un cristal, harto de estar tan cerca y tan lejos.
Harto de amores reprimidos y de minutos contados.
Harto de camas vacías de todo.
Harto de la pantomima.
Harto de lo justo y lo injusto.
Harto de la inocencia y la culpabilidad.
Harto de palabras, harto de etiquetas.
Harto de juicios y de prejuicios.
Harto de este hambre de abrazos.
Harto por las cosas que cambian sin tú estar.
Harto por no poder ver a los que nunca volverán.
Harto de impotencia, harto de sumisión.
Harto de espera, de esperanza y de desesperar.
Harto de que preocupe lo que no importa y se olvide lo que sí.
Harto de la costumbre, de la aceptación y de la resignación.
Harto de no estar con quien quieres.
Harto de que tu vida no esté contigo.
Harto de no ser tú.
Harto de estar triste.
Harto de estar furioso.
Harto de estar harto…

palabras desde dentro

carta de preso en la sistema penitenciario catalan

hace pocos días pude leer una copia del real decreto con las reformas que se aplicarán a finales de año en el código penal. alrededor de treinta modificaciones destinadas, en su practica totalidad, a endurecer alguna de las penas que la moda actual ha considerado que flaqueaban. me llamó la atención la justificación de la revisión del código que se encuentra en la introducción del texto ¨la progresiva conquista de niveles de bienestar más elevado no es concebible en un marco jurídico de respeto a los derechos fundamentales, sin un paralelo avance en de libertad y seguridad¨. sobre el papel esta es la excusa de que, paradójicamente, cada vez más conductas sean criminalizadas y penalizadas. las prisiones sigan saturandose y vivamos un crecimiento gradual, menos sutil por momentos, de coacción y sumisión.

existe la tendencia de señalar a los que, se cree, son los culpables absolutos de la situación (estado, gobernante, capitalismo, sistema…) olvidando la importante base que es la actitud de todos los que conforman cualquier entorno social (y todo lo que le condiciona), ya sean dirigentes o dirigida, manipulantes o manipulados. no existe un solo factor causante, sino montones de factores que, en mayor o menor grado, comparten (compartimos) la responsabilidad. la gran mayoría tolera, acepta, se conforma o se resigna siempre y cuando existe un medio que, cual sicario, castigue a aquellos seres amenazantes que transgreden peligrosamente los límites marcados. si para ello hay que sacrificar libertad en favor de una falsa sensación de seguridad, no hay problema. este idea se ha enquistado de tal manera en el colectivo social que incluso los que me rodean aun viviendo de primera mano todas las consecuencias del sistema penitenciario, la comparten.

en esto no hay nada nuevo, ni nada extraño. prácticamente desde el nacimiento de la cultura sedentaria han existido medios de castigo para eliminar o controlar a los que atentaban contra el orden social (siempre cuidando especialmente los bienes y sus excedentes) y códigos establecidos para tal fin, impuestos por aquellos que ostentan el poder en supuesta representación del colectivo y con evidentes intereses alternativos.

si ben ho día el lucro ha adquirido una importancia capital en cuanto a prisiones se refiere (y ¿donde no?) las estructuras punitivas siempre han estado vinculadas al modelo social en que vivimos, como una de sus consecuencias lógicas. encontramos, por tanto, que el problema no es la entidad penitenciaria por si misma, sino su origen cultural, y que atacar la primera sin abordar previamente los problemas del segundo es quedarse en la superficie. no podremos ver caer los muros mientras mantengamos el estilo de vida que nacíó hace tanto tiempo, cuyo desarrollo nos ha llevado al punto en que nos encontramos.

si es difícil abordar el sistema penal, tanto más lo es hacerlo con el sistema con mayúsculas. es costumbre generalizada por movimientos militantes marcar el fin del sistema como objetivo principal; como finalidad de los actos que se han de llevar a cabo. no obstante, la enormidad de esta ambiciosa empresa no solo puede resultar frustrante, sino que puede provocar que las acciones caigan en saco roto o que ni siquiera se realicen debido a la dificultad de encontrar formas visibles de conseguir los objetivos propuestos. por esta razón, la idea de cualquier cambio, erradicación o abolición habría de verse no tanto como el objetivo final a corto plazo, sino como parte de la actitud con la que afrontar la situación, que impulse a hacer las cosas de determinada manera y que se presente como contraposición de aquellos otras actitudes que sostengan el modelo social. de este forma las accións nacidas de dicha actitud pasarán a ser un fin en si mismas, no métodos para llegar a tal. Continue reading